5 de Marzo 2011, 11:34 AM
Escrito por: Oquendo Medina (oquendomedina@hotmail.com)
Mi amigo fue honesto desde el principio. Llegó sin ocultar su rostro y dispuesto a decir la verdad. Eso me gustó. Pienso que por ese motivo me habló con franqueza, como si estuviese arrodillado en el reclinatorio sabiendo que el padre estaba sentado en el confesonario escuchándolo.
Haciendo uso de un lenguaje sencillo, empezó diciendo que Trujillo duró tres décadas siendo el protagonista de la historia política dominicana. Que luego vinieron los tres grandes: Juan Bosch, Joaquín Balaguer y José Francisco Peña Gómez, quienes gravitaron por más de tres décadas. Y que ante la ausencia irremediable de ellos se presentó un vacío en la vida política, y fue así como surgió el sólido liderazgo político que hoy posee Leonel Fernández.
En lo referente al PLD, expresó que después de la partida de don Juan los peledeístas se habían quedado con dos grandes líderes: Leonel Fernández y Danilo Medina. Dijo que el liderazgo de Leonel era mucho más fuerte en la sociedad dominicana que el liderazgo del Danilo Medina. Que lo importante era observar con atención el mapa político que a lo interno presentaba el PLD ante la no participación del primero (Leonel) en el certamen electoral. Que eso convertía al segundo (Danilo), de manera automática y sin discusión, en una filosa y poderosa punta de lanza para cruzar la meta en la primera vuelta en mayo del 2012.
Que el PLD no podía engañarse a sí mismo. Que Danilo Medina era un ser humano de incuestionable valor político y profesional, conocedor a fondo del significado de táctica y estrategia, no conflictivo, admirado y respetado.
Insistió en que si los peledeístas, de verdad-verdad, deseaban continuar gobernando el país, pues, sin bravatas infantiles, sin enojos absurdos, tenían que apoyar con espíritu victorioso a Danilo, un hombre con decisión y valentía suficientes para detener la furiosa y molestosa riada blanca.
Y después de escuchar con atención la confesión de mi amigo, reflexioné y rápido llegué a la conclusión, correcta por cierto, de que él tenía razón; toda la razón.
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