Puntos de vista 1 Julio 2011
Namphi A. Rodríguez
De repente el paisaje electoral le ha dado un vuelco al Partido Revolucionario Dominicano (PRD). La exitosa elección de Danilo Medina como candidato presidencial del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y la proclama del presidente Leonel Fernández de que estará en campaña, le plantea un desafío políticamente insalvable a la candidatura de Hipólito Mejía.
Leonel y Danilo son dos pesos pesados que saldrán a la arena con un partido sin refriegas internas, con el liderazgo unificado alrededor del candidato y que entienden la necesidad de mantener el poder.
Por el contrario, el PRD vive una grave bicefalia institucional fruto de la herida abierta de la pasada convención que, de seguro, cobrará un alto costo político y electoral a Hipólito Mejía.
Una manifestación clarísima de esa bicefalia lo constituye el último pacto sobre las leyes constitucionales firmado por el presidente Fernández y Miguel Vargas Maldonado, en su calidad de presidente del partido, y la réplica que hizo el mismo Hipólito, como candidato, cuando se sintió excluido del acuerdo.
Esa reacción de Mejía es una clara señal de que no hay confianza entre la dirección del PRD y su candidato y pone de manifiesto su temor a que durante la actual campaña electoral Miguel siga sacando “cartas de mago” de su chistera como respuesta a las “malas artes” de que fue víctima en la convención interna.
Mientras que para Danilo el horizonte es totalmente diferente. La reaparición de Leonel Fernández en el escenario electoral es la mejor noticia que ha recibido, incluso mejor que su propia elección como candidato, por el hecho de que garantiza una sinergia política con el líder de mayor peso de la política dominicana.
Y no es que Danilo no tenga talento, él, el presidente Fernández y Julio César valentín están entre los tres peledeístas de mayor refinamiento político y audacia retórica. De lo que se trata es de que Leonel representa esa franja del voto extra PLD con la que se puede ganar en primera vuelta electoral sin muchos recovecos.
Además, la participación de Leonel no se va a circunscribir a la “campaña de tierra”, sino que será un amable componedor, un interlocutor calificado con sectores sociales y un operador político para mantener la unidad del Bloque Progresista.
Desde ya se habla de una campaña de tres ejes: Danilo, por un lado, el candidato o la candidata vicepresidencial y el presidente Fernández por el otro. Esta plataforma nos indica la comprensión que tienen los peledeístas del tipo de liderazgo que se deberá promover para dominar el ciclo político de poscrisis mundial.
Lo único que se debería cuidar de esta estrategia es evitar el denominado “fenómeno Fox”, es decir, que remedando un poco lo que pasó en México hace cinco años con López Obrador y Calderón, el PRD intente distraer el debate con el Presidente y no con el candidato del PLD para así eclipsar a Danilo.
Por lo demás, la fórmula sería tomar la antorcha del liderazgo iluminador del presidente Fernández, que ha construido un PLD que es una marca de buen gobierno y a partir de entonces plantear las bases para una nueva gobernanza que tenga como eje central el reto de acabar con el hambre y la terrible desigualdad social que nos abate.
Para Danilo esto no debería ser difícil, pues su origen rural le permite comprender perfectamente el desnivel que se expresa entre el San Juan de la Maguana urbano y la remota sección de La Rancha, municipio del El Cercado, en su provincia natal.
El mensaje es claro. “Seguir lo que está bien”: reivindicar la obra modernizadora del presidente Leonel Fernández en el campo económico, reformas institucionales y política exterior.
“Corregir lo que está mal”: Romper el inmovilismo de la burocracia pública. “Hacer lo que nunca se hizo”: aquí debe estribar la verdadera propuesta de campaña que, en esencia, debería consistir en consolidar la lucha contra la pobreza y la desigualdad social, mayor inversión en educación y repensar el modelo de seguridad democrática ciudadana.
De manera que lo que viene en el escenario no es una campaña matizada en las frivolidades del año 2000, sino un debate en el que la pregunta clave no será quién es el peor, como pasó en esa ocasión, sino quién es el mejor, quién tiene las competencias políticas, las dotes personales e intelectuales y las cuotas necesarias en el Congreso para dirigir los destinos de la nación.
El autor es abogado y periodista.
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